* Las Brujas *
Del mismo modo que el séptimo hijo varón de una familia es un lobisón, la séptima hija mujer es una bruja.
Por lo general andan en sus escobas buscando niños para comer. Otros dicen que la que vuela es su cabeza, que se desprende cuando las brujas se acuestan. La forma de descubrirlas, es atrapando su cabeza y marcándola o bien dando vuelta el cuerpo sin cabeza para que se le pegue al revés.
* LEYENDA DEL CEIBO *
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
*EL CHINGOLO*
Dicen que el chingolo, el pájaro que anda a saltitos, y silba al cantar, tiene su historia.
¿Sabéis cuál es? Hela aquí: Un viejo tropero decíale siempre a su hijo:
-Hijo mío, has nacido gaucho como tu padre y tu abuelo. Debes ser también, como ellos, un buen tropero... Sí, tropero... que es oficio de gaucho guapo y de ley. De día, silbando, silbando, se lleva la tropa de aquí para allá; de noche, cantando y mirando hacia el cielo, se cuida el ganado bajo las estrellas.
Pero al hijo no le gustaba el trabajo, y menos aún el oficio que su padre le daba.
Y el padre, empeñado en que su hijo fuera tropero como él, trataba de hacerlo entrar en razón con consejos unas veces, con castigos otras. Pero todo resultaba inútil: el hijo no cedía. No le gustaba la ocupación, y si alguna vez acompañaba a su padre, lo hacía con gran desgano y con mayor disgusto.
Sucedió que una tarde, padre e hijo iban arreando una tropa y tuvieron que vadear un río de torrentosa corriente.
Llegados a un paso muy hondo, los animales comenzaron a dispersarse. El viejo tropero ordenó a su hijo que impidiese el desbande.
Tan mal cumplió el hijo la orden del padre, que éste decidió hacerlo por sí mismo. Internó su caballo en la hondura del río, y como allí había un remolino, la fuerza del agua lo arrastró bien pronto. No pudiendo nadar porque la resaca y la espuma lo envolvían, murió ahogado el viejo tropero.
Lloró el hijo la muerte de su padre. Consideróse culpable de ella y comenzó a sentir un arrepentimiento profundo y un pesar muy grande.
Queriendo tranquilizar su conciencia y pagar el mal que había hecho, decidió hacerse tropero. Así creía poder consolarse de la pena que lo embargaba.
El muchacho se hizo tropero. Comenzó a encariñarse con el oficio; trabajaba en él con alegre afán.
Silbaba de día mientras arreaba la tropa; o haciendo la ronda, cantaba de noche "mirando hacia el cielo".
El silbido del tropero era más bien el suspiro de una alma que espera consuelo para su pesar.
Pero el consuelo no llegó nunca; y la calma del joven tropero se convirtió en tormento.
-¡Pobre padre! -pensaba- ¡No se cumplirán nunca sus deseos de hacer a su hijo un gaucho tropero!...
Agobiado por el dolor y el arrepentimiento, confióle al fin su tristeza a un amigo, diciéndole:
-La pena me tortura y no puedo resistirla. Pronto he de morir. Cuando mis huesos queden libres, arrójalos uno a uno a los pasos o vados de los ríos y arroyos por donde he pasado cuando acompañaba a mi padre, con gran desprecio del trabajo y mala voluntad para cumplirlo.
Prometióle el noble amigo satisfacer su pedido, y después de un tiempo, así lo hizo.
Dicen que el agua fue gastando poco a poco los huesos del tropero arrepentido, y que después de largos años, fueron esos huesos tomando la forma de huevos.
Dicen también que de cada uno de esos huevos nació un pajarito.
Ese pajarito es el chingolo. Anda a saltitos para recordarnos que aquel hijo que no amaba el trabajo y que desobedeció a su padre, no pudo llegar a ser feliz.
Silba cuando canta, porque el tropero silba y canta de día y de noche azuzando la tropa en la soledad de los campos.
*La Luz Mala*
Nuestro interior provinciano es muy lindo en paisajes y bellezas naturales, pero más bondadosa ha sido la naturaleza con el hombre que habita en esas "soledades"; en esa eterna quietud y paz. Soledad que se convierte en compañía para el espíritu, que le infunde melancolía y le fortifica el alma. Pero no siempre hay tranquilidad en esos parajes; las corridas, los velorios, las fiestas religiosas y las supersticiones mantienen inquieto al hombre de cerro y de campo y le tornan divertida su monótona vida.La riqueza cultural de nuestra gente es inimaginable; resultado de la fusión de las antiguas culturas aborígenes, del cristianismo, de las soledades y desventuras que en el marco geográfico se desarrollaron a través de años y años. Un tesoro que el hombre de la ciudad por su vida agitada y sofocante muchas veces no conoce, y que forma parte de nuestra tradición.Entre las supersticiones y leyendas de la gente del campo o de los cerros está la de la "luz mala" o "Farol de Mandinga", mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino. En algunas épocas del año (generalmente las más secas) se suelen ver de entre las pedregosas y áridas quebradas de los cerros del oeste tucumano (Mala Mala, Nuñorco, Muñoz, Negrito, Quilmes, etc), a la oración - de tarde -, o cuando los últimos rayos del sol iluminan las cumbres de los cerros y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego fatuo; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas conjugados con los factores climáticos; a ella - con terror y morbosidad - los lugareños denominan "luz mala" o el "farol del diablo".El día de San Bartolomé (24 de agosto) es el más propicio para verlos, ya que es cuando parece estar más brillante el haz de luz que se levanta del suelo y que, por creencia general, se debe a la influencia maligna, ya que popularmente estiman que es el único día en que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer impunemente de las suyas (Ambrosetti, "Supersticiones y leyendas").La luz es temida también por que imaginan ver en ella el alma de algún difunto que no ha purgado sus penas y que, por ello, sigue de esa forma en la tierra.Generalmente nadie cava donde sale la luz por el miedo que ésta superstición les ha producido, los pocos que se han aventurado a ver que hay abajo de la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena - muchas veces urnas funerarias con restos humanos, lo que aumentó el terror- que al ser destapada despide un gas a veces mortal para el hombre, por lo que los lugareños aconsejan tomar mucho aire antes de abrir o sino hacerlo con un pullo - manta gruesa de lana - o con un poncho, de suerte que el tufo no llegue a ser respirado.
"La luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar... va a encontrar oro y plata. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo".
Debido a la continua migración a las ciudades y centros poblados, y por constante progreso estas leyendas van quedando reservadas solo para los mayores; la juventud se preocupa por otras cosas que estima más importante.-
*El Pombero*
Es muy parecido al Duende, pero a
diferencia de aquel, se lo ha visto
muy pocas veces.
Tiene los pies al revés para dificultar
su búsqueda. Puede tomar la forma de
cualquieranimal. Según Bossi, a la
distancia parece un carpincho parado
en las patas traseras, sus ojos no son
como los nuestros, sino chatos, como
los del sapo, y con cejas de pelo largo.
Mira fijo igual que las lechuzas. Tiene la
boca grande y alargada y sus dientes son
muy blancos. Se dice que es el dueño de
los pájaros y del sol y señor de la noche.
Sale a pasear en los meses de Octubre y
Noviembre, cuando empieza el calor
(en el N.O. y N.E.).
Cuentan que una vez, el Pombero se enojó
con un hachero de la provincia de Formosa:
Marco Gavasa, lo sacó del rancho con cama
y todo durante la noche y lo dejó en medio del
monte. Esto mismo se repitió durante varias
noches hasta que una vuelta lo golpeó y lo dejó paralítico.
Marco Gavasa murió a los 86 años en el año 1972.
Quiere a los chicos buenos y golpea a los malos.
Cuando uno le imita el grito o el silbido, éste le
contesta en forma enloquecedora. Dicen que se
lo ahuyenta con ajo.
Por su parte nos han contado que en
Corrientes la historia es un poco distinta,
allí es más parecida al duende norteño, pues es
un petiso narigón con gran sombrero aludo y
con gran dote masculino que aparece en los
bananales a la
siesta y suele perseguir en especial a las niñas.
Apodado el duende sombrerudo o señor de
la siesta a los niños se les hace dormir después
del almuerzo para evitar encontrarse con él.
*El Yaguareté-Aba*
También llamado Capiango. Es una especie de brujo muy temido en nuestro litoral, mitad tigre negro y mitad persona. Las manos y las piernas son de ser humano. Tiene una frente pelada muy ancha. También aparece como toro negro.
Come carne humana, de mula y de vaca. Ataca los ranchos y los saquea. Persigue a las novias jóvenes y se las lleva para que le saquen los piojos.
Los horneros dan la voz de alarma cuando los ven.
Al igual que el tigre-gente (uturunco), utiliza un cuerito para metamorfosearse; pero además se sahúma con plumas de gallina. Para que pierda el poder, dice Elena Bossi que hay que quitarle el cuero y escupirle 3 veces la cara: así queda ciego.
Se lo combate con balas o con machetes bendecidos.
En cuanto muere toma forma humana.
*El Lobisón o Lobizón*
Este ser llegó a la Argentina a través de Brasil, y se tiene noticias de él en el Litoral (N.E.).
Si una familia tiene siete hijos varones, la maldición cae sobre el séptimo. Se dice que es un hombre alto, delgado y con mucho pelo. Antes de convertirse anda muy nervioso y se enoja fácilmente, puede transformarse en los cementerios o cercanías y sobre todo cuando el acólito florece y la luna está llena. Se alimenta con carroña y cuando anda por el monte puede morder a los desprevenidos.
Cuando muerde o salpica con sangre o saliva a sus víctimas, éstas pueden transformarse.
Según Elena Bossi, para protegerse del lobisón hace falta: - una bala bendecida en 3 iglesias (7 según otros). No se debe apuntar al bulto sino a la sombra. - un cuchillo bendecido que tenga forma de cruz. - una linterna con pila bendecida (de lo contrario no alumbrará). - una alpargata (cuando se le pega al lobisón con una alpargata, se vuelve persona).
Se lo puede atar; pero tiene que ser con lana abierta de tejer. Así se queda quietecito cuando lo enlazan. Si es perro lobisón hay que sujetarlo del cuello; si es perra lobisona, de la mitad de la espalda (media res).
Hay que herirlo sin que se dé cuenta, de lo contrario atacará y matará.
*Caá Porá*
SERES SOBRENATURALES DE LA CULTURA POPULAR ARGENTINA, nos dice que el Caá Porá es un fantasmón del monte de la región guaraní. Es un gigantesco hombre, peludo y que fuma una extraña pipa hecha de un cráneo y una tibia humanos.
Se dice que captura a las personas y las devora chupándolas. Se lo ha descrito de formas contradictorias: una mujer que protege a los animales o un ser gigante y peludo que come crudo a los animales que el hombre hiere y no llega a matar.
Según el mismo Colombres en Misiones y Corrientes, su zona de influencia, este ser aparece montado en un chancho del monte (pecarí) para traer desgracia a los cazadores despiadados.
Desgraciadamente no tenemos datos de como hay que defenderse de este temible ser o que hay que hacer cuando se lo oye en el monte.
*El Familiar*
Según se dice, el Familiar es el demonio mismo, y por lo general se lo ha visto o se tiene conocimiento cabal de él en zonas de grandes establecimientos fabriles o ingenios.
Es comentado que los dueños de estas fábricas, realizan un contrato con el Diablo por el cual éste puede comerse unos cuantos peones para que la industria tenga un año próspero.
Mucha gente asegura que el familiar, la mayoría de las veces con forma de gigantesco perro negro sin cabeza y que arrastra una pesada cadena, se pasea por las noches en medio de los cañaverales a la espera del que será su próxima víctima.
En otras provincias se dice que el Familiar tiene también forma de víbora negra y con pelos o tal vez de persona.Como a la mayoría de estos seres, la forma de contrarrestar su ataque es con un rosario, una cruz, mucha valentía o Fe.
* Las luciérnagas*
Isondú fue el hombre más hermoso entre todos los guaraníes. El más alto, el más fuerte, el más hábil. Había que verlo disparando una flecha, remando en la canoa, bailando en las ceremonias de los payés(médico hechicero).
Cuando era chico, no había madre en su tevy (familia extensa de los guaraníes que configuraba una unidad social y ocupaba una única gran vivienda) que, al verlo reírse, no le hiciera una caricia y, cuando le llegó la hora del tembetá (amuleto guaraní que llevaban los hombres adultos. Consistía en un palito en forma de T que atravesaba el mentón) ya había muchas indiecitas que querían casarse con él. A todas les gustaban sus manos diestras, su mirada penetrante y su perfume a madera.
Junto con el amor que despertó en tantas muchachas, se despertó también la envidia de los hombres. Los que habían jugado con él sobre las hojas de palmera y más tarde en los claros o en el río ahora le tenían rabia. Por eso prepararon la emboscada.
A Isondú lo esperaron un atardecer. Temprano habían cavado el pozo en el camino y lo habían disimulado bien: ya se sabe que los guaraníes eran especialistas en cazar con trampas, y esta ya estaba lista. Después se sentaron a esperar, y a tomarse la chicha de maíz que habían llevado.
Isondú volvía de la aldea vecina, donde tenía parientes. Venía solo, pensando en una chica que había conocido allí, la única muchacha que estaba seguro de poder querer. Sin duda pronto se casaría con ella, ya se la imaginaba junto a él, con el cuerpo adornado con pinturas y una flor - la orquídea más hermosa que él pudiera encontrar - en su largo pelo negro. Contento y cansado iba por los caminos de la selva, espantándose los mosquitos de tanto en tanto. A él, tan grande y fuerte, se lo veía pqueño al lado de los árboles inmensos.
Cuando faltaba poco para llegar a su aldea, empezó a escuchar las risas y los gritos de sus enemigos. Pero no se inquietó, porque era joven, no le tenía miedo a nada y había sido siempre demasiado dichoso como para suponer que se acercaba la desgracia. Cuando escucharon sus pasos, los otros se quedaron callados. De pronto, Isondú tropezó entre unas lianas y cayó en el pozo.
Los otros salieron enseguida de sus escondites y empezaron a reírse y a burlarse de él:
- ¡Isondú! ¡Isondú! ¡Te cazamos como a un tapir!
- A ver, ¿de qué te sirve ahora ser tan valiente?
- ¡Isondú! ¡Ahí va un anzuelo para que muerdas! ¿O querés que llamemos a tu mamita para que te salve?
Y mientras tanto le tiraban palitos, frutos y unas bolitas de arcilla dura con las que cazaban ratones y los pájaros.
Isondú les gritaba:
- Pero, ¿qué hacen? ¿qué les pasa? ¿qué les hice yo, cobardes? - Y desde abajo les devolvía los proyectiles.
Uno de los agresores le contestó:
j- Ya vas a ver si somos cobardes. - Y agarró su maza y le pegó a Isondú en un hombro, en la cabeza, en la espalda... Los demás se envalentonaron y entre insultos hicieron lo propio: el cuerpo de Isondú se fue llenando de cardenales y de sangre, y allí quedó, acallado, caído sobre un costado en el fondo del pozo.
En la selva era casi de noche. Los asesinos seguían en el borde de la trampa, paralizados por el miedo. De pronto vieron confusamente que Isondú se movía, que su cuerpo tomaba de a poco la forma de un insecto y que en el lugar de cada herida se encendía una lucecita. Isondú agitó sus alas y salió volando: ya estaba libre.
Un momento después centenares de Isondúes se dispersaban en la selva, debajo del techo que forman allí los árboles, los helechos y las lianas, iluminando intermitentemente la noche guaraní. Muchos de estos insectos traspusieron los ríos, dejaron atrás la selva y se perdieron en el campo. En la Argentina, algunos le siguen diciendo "isondúes", otros los llaman "bichos de luz, otros "tuquitos" y otros luciérnagas. En las noches más oscuras vuelan a nuestro alrededor, y, cuando creemos que se han ido, se encienden otra vez unos metros más allá, como estrellas terrenales.
*El duende*
Se dice que es un niño que murió sin ser bautizado o un niño malo que golpeó a su madre. Es muy pequeño, lleva un sombrero grande y llora como una criatura. Tiene una mano de hierro y otra de lana, cuando se acerca a alguien le pregunta si con cuál mano desea ser golpeado. Algunos dicen que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro. Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele.
Posee unos ojos muy malignos y dientes muy agudos. Suele aparecer a la hora de la siesta o en la noche en los cañadones o quebradas. Tiene predilección para con los niños de corta edad, aunque también golpea sin piedad a los mayores.
En la zona de los Valles Calchaquíes existen dos historias muy curiosas con respecto al duende:
Una cuenta que un arqueólogo, internándose en el cerro a horas de la siesta escuchó el llanto de un niño. Al acercarse vio un párvulo en cuclillas y con la cabeza gacha. Cuando le preguntó si qué le sucedía, el niño alzó su maligno rostro y mostrando sus agudísimos dientes al tiempo que sonreía, le dijo:
- Tatita, mírame los dientes...
El "gringo" salió corriendo tan veloz como las piernas le daban y nunca regresó.
La otra historia, narrada por Lucindo Mamaní, de Tafí del Valle, cuenta que se vió al duende conversando en un zanjón con un niño que estaba a su cuidado (actualmente un prominente médico). Al acercarse don Lucindo, el duende -llamado "enano del zanjón" por los lugareños- salió huyendo.